martes, 16 de octubre de 2007

blog action day: environment

Frente a mí está la Ibero, mi alma mater, el lugar donde aprendí lo que sé y olvidé mucho más. Me acuerdo cuando todavía hace unos años estudiaba felizmente ahí (muchas horas, felizmente fuera de ahí), recostada en los jardines y rondando la fuente (territorio para comunicólogos pachecos, locos y fachosos –administradores, abogados y economistas, favor de abstenerse) mientras pensaba que ese bello tiempo no pasaría. Cosa cruel e inevitable, el tiempo siempre pasa. Aquí estoy ahora, sentada en mi nueva oficina en esta zona nice del DF, en el mero centro de Santa Fe, en el pequeño Wall St. de la Ciudad de México. A los costados están grandes compañías de autos lujosos, grandes cadenas de restaurantes, grandes y modernos locales de café que han dejado atrás la labor de hacer un buen café por el de ser pseudo-lounges. A unos metros está un centro comercial de renombre, con un área de fast food gigante y más restaurantes y tiendas y cafés-pseudo-lounges y cines y más cines y más tiendas. Aquellos jardines y fuentes se han ido casi del todo. También ha desaparecido el olor a basura que emanaba de la tierra cada vez que llovía por estos lares: Santa Fe ha dejado atrás su historia como basurero del mundo para convertirse en el ápice de la tecnología representada por majestuosos edificios inteligentes (que no cunda el pánico, la tecnología no nos ataca, la estupidez del hombre que controla a estos edificios, sigue reinando). No, ese olor a basura ya no está porque el olor del dinero no puede ser el mismo que el de la basura. No en esta zona. No en Santa Fe.

Pregunta 1: ¿Cuántos empleados habrá en todos estos edificios?
Pregunta 2: ¿A dónde se va toda la basura que se produce en estas oficinas?
Pregunta 3: ¿Cuántos de estos empleados pedirán comida directamente a sus oficinas, empacada bellamente en cajitas de plástico?

En el poco tiempo que llevo aquí no he visto avisos que propongan medidas de limpieza, disposición y reciclaje de desechos. En el manual del Business Center donde está mi oficina se señala que toman medidas pro-ambientales, pero no he visto ningún señalamiento en el piso, mucho menos en el edificio. Los basureros se retacan de basura de todo tipo que, obviamente, nadie separa.

Supongo que así sucede en cada edificio que me circunda.

Pregunta 4: ¿A nadie le importa?
Pregutna 5: ¿No podrán todas estas grandes empresas hacer algo para crear una cultura de rescate al medio ambiente dentro de sus oficinas?

No es cuestión de pensar en el calentamiento global, ni en los deshielos, ni en el cambio climático. Ni siquiera es pensar en lo que quiero de ahora a 10 ó 20 ó 30 años, ni lo que quiero para la niñez del futuro y esas mamadas. Uno hace lo que debe hacer ahora, porque ahora es cuando puedes hacerlo. Quiero que el parque de enfrente luzca realmente verde. Quiero que separen la basura en este puto edificio. Quiero que los ojos no me lloren ni me ardan en cuanto salgo a la calle.

Yo hago mi parte. Aunque sea un cachito, algo intento cambiar desde ahora, en este tiempo que también se regenera a cada instante.

No, no digo que preferiría que aún oliera a basura, pero sí quiero recuperar los jardines y las fuentes y el espíritu que me embargaba hace algunos años cuando no tenía idea de que estaría aquí, feliz, pero también añorando aquel tiempo en que todo mi mundo era verde.


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