jueves, 26 de julio de 2007

mi vida amorosa cantada por marco antonio solis - parte 1

Hoy vamos a recoger el auto de mi madre que –como suele, está en el taller. Esta vez no dio a parar ahí por los desperfectos cotidianos del auto, sino porque hace unas 3 semanas una angustiada-por-chocar-por-primera-vez-en-su-vida mujer se fue a estrellar contra la fasia trasera de este reluciente, llamativo y defectuoso y una fregada. Esta es la segunda vez que vamos a recorgerlo al taller al que lo envió el seguro para que lo arreglaran. La semana pasada fuimos por él y, lamentablemente –para nosotros y para el taller, mi mamá no quedó satisfecha con los arreglos, con toda razón debo decir, ya que estaban hechos "como por mí jugando con plastilina", de acuerdo a su propia descripción.

Y de pronto recordé el viaje en taxi la vez anterior. Fuimos en taxi porque mi auto (éste sí para variar) estaba también en el taller. El viaje fue largo y pesado como una chingada: estaba lloviendo, el taxi apestaba al BO del chofer y el tráfico de la ciudad era un infierno en vida. Todo el trayecto estuvo además acompañado por un soundtrack de Marco Antonio Solis en Radio Joya o alguna estación de esas. Quería que todo eso terminara, no aguantaba el olor y el calor húmedo que se encerraba en el coche. Mi mente sólo pensaba en la causa del mal olor: el chofer, a quien además descubrí haciendo bolitas de mocos que tiraba "discretamente" a un lado de su asiento. En otro momento lo vi rascarse el cuero cabelludo, arrancarse algo y "discretamente" apretarlo con sus sucias uñas. "Seguramente es un piojo", pensé. Ya no podía más. Me imaginé recubierta por piojos y mocos y ese mal olor... Pensé que iba a morir. Quizá hasta lo deseé.

Así pasaron casi 2 horas de trayecto. Dos horas de mal olor. Dos horas con piojos imaginarios.

Y de pronto, para mi sorpresa, me di cuenta que lo único soportable era la música de fondo. Sí, esas tonaditas cursis, melosas, que en cualquier otro momento me habrían hecho quizá apagar el radio y botarlo por la ventana, o mejor aún, metérselo en la boca a ese cochino chofer, me tranquilizaron.

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